domingo, 20 de enero de 2008

Sobre la poética de Miguel Ángel Migliarini




Palabras dichas por el escritor Piero De Vicari, en la presentación del libro "Distancia sometidas"


Les propongo un juego.
Hagamos de cuenta que estamos frente a cuatro álbunes de fotografías, salvo que en esta ocasión (por esos milagros que tiene la metáfora) las fotos son – en realidad- los poemas de Miguel Ángel Migliarini.

Cada álbum es (en consecuencia) un libro que marca una época, un compás, una latitud que nos ubica en tiempo y espacio. Y en él, cada poema, es una imagen que nos rescata del ayer. Ejes por donde la palabra hecha sentimiento, describe al poeta y su mundo, y (en cierta forma) nos deja ver su personalidad y su posición frente a la vida.

Nos sentamos cómodamente y abrimos el primer álbum.
Notamos en él un sello distintivo: “DESTELLOS DEL AGUA”, nos dice su portada, y tiene fecha de nacimiento: 1993.
Miguel aquí, aparece de cuerpo entero diciendo presente. Es una especie de “acá estoy, esto soy, esto tengo”.
Y como he dicho en aquella oportunidad en su prólogo: “el autor decide recorrer el camino del asombro desde sus ojos poéticos, reveladores, como si tratara de eternizar en el poema, el génesis inmarcesible de lo que ha vivido”.

Su palabra comienza a caminar y entre los augurios de la poesía, la voz recorre una identidad, una señal que lo descubre en un horizonte próximo, vital.
Dice Miguel Angel:

“Tejo música
y me aventuro a buscar
la longitud de lo inexplicable”

La vida, asimilada a su epidermis, le describe vetas y mojones que Miguel privilegia entre los avatares y sinsabores. Expresa en otro poema:

“Un extraño eco de ritmo dulce y sonora simetría
me habita esperanzado”.


Entre las imágenes que nos regala este primer álbum, advertiremos la necesidad de expresión a flor de piel y serán esas improntas, la luz que delimite el rumbo.
Títulos como “Desde el vuelo”, “Milagro”, “Desamparo”, “Cavilaciones”, “Laberinto”, “Recuperando el tiempo” o “Historiodroma”, vuelcan imágenes que atrapan –sensorialmente- nuestra atención, y sabemos que no estamos frente a la poesía de alguien que titubea o hace de la duda un meandro de indecisiones: no, Miguel pone su sangre y su rostro como fieles testigos de su presencia terrenal, de su existencia.



“Para regresar yo debo irme
con palabras devoradas
y deslizarme
por las arterias del cosmos
y sus entrañas...

Diluido en el temblor gris
de la garganta
arpegios de una nave
vestida de arco iris
me llevan a la simetría del espacio.

Eternauta
deambulo por el umbral secreto
de las selvas geométricas,
narrando las historias y tragedias
perdidas en el tiempo...”


De este primer álbum de fotografías (su primer libro) algunos se atreverán a manifestar: “Lo que más me impresionó en tus poesías es su coherencia” –Luis Homero Cánepa; “artista que ilumina su pluma con la luz de un sentimiento profundo y manejo de una herramienta trabajada con riqueza y amor: el idioma...” –Dora de los Santos; “poesía de vibración existencial que se hace tensa, rígida, despojada...” -Marta Faure Blum; “sus poesías me despertaron del letargo...necesito saber que continuará escribiendo con su mismo “hambre de justicia” y que osará llegar hasta “lacerantes estrellas” con esa “espera” que llevamos dentro...” Cecilia Schvartzman...


Y sí, Miguel no abandonará su brújula y seguirá buscando ese mismo destino que ya dejó trazado en su primera entrega.


Veamos el segundo álbum de fotografías, aquí la fecha se define y consagra: 1995- “LIMITES DEL ALMA”.


Dirá la escritora Ana María Rodríguez Francia en su prólogo: “En una época confusa donde la literatura –espejo de la vida- se muestra con tanta frecuencia compleja y hermética, esta obra posee una rara virtud: expresa ese otro costado del acontecer del hombre en el que se fusionan la sonrisa dolorosa y la lágrima. Y lo hace con palabras sencillas...”

El poeta, recoge las redes que delimitan su existencia y despojando los escombros del dolor, se atreve a indagar y a indagarse, sabiendo que la palabra es su mejor testigo.



“Mi enfermedad
es la memoria.

Aquella región de alucinaciones
donde mueren quizá los pájaros”


En efecto, la memoria como fotografía del ayer, de un pasado que lo moldea en el hoy y alienta a edificar el mañana sobre los sueños que alejan “ausencias, silencios y disfraces”.

En este álbum, poemas breves, frases precisas, son las herramientas que permiten dibujar los entramados por donde pasan sus más fervientes trópicos.
Miguel lo había anticipado, cuando su aliento poético empezaba a formular los cánones de su vida:
“Estoy convencido- dijo - que poesía es el mismo hombre, buscando entre la espesura de la selva negra, el secreto, el alma de las cosas, en un afán inmortal de descifrar sus misterios...”

Misterios que comparte, a sabiendas de desnudarse –en cuerpo y alma- ante sus semejantes. “Solo la palabra es mi equipaje”sentencia, y nosotros le creemos, porque en cada verso que nos deja está el espejo cabal de sus facciones, sin ambages, sin dobleces. En cada verso está Miguel Angel Migliarini, ese mismo ser que sabrá decir:

“Soy un hombre
de una raza antigua
tallando un pedazo de madera.

Soy un hombre
que a la hora de morir
calzará sandalias como papiros.

Feliz del hoy
porque he vivido,
la indulgencia
quedará para mañana.

Y me verán caminar
al día siguiente.

Estos mismos LIMITES DEL ALMA, provocarán también diversos comentarios: “En el plano de las imágenes y del pensamiento advierto ricos logros líricos. Me gusta el poder de síntesis, la rotundidad del pensamiento, la rapidez de los finales, su poemario” –Hebe Campanella; “una poesía lírica de temas que subyacen en el subconsciente colectivo y que él sabe como pocos, acuñar, abrillantar, contemplar y exponer” –Carlos Etxeba (Bilbao, España); “Me parece que usted tiene un envidiable manejo de lenguaje y una señalada sensibilidad. Usted es un orfebre que pacientemente cincela los asuntos del corazón”- Ignacio B. Anzoátegui; “Es el desgarrado alarido de tu sangre. Tu sangre sabe amigo... y esto es el comienzo de un asombro que no debe dejar de asombrarte.” Betty Medina Cabral.


Con estas palabras retumbando en nuestros oídos, no resulta difícil abrir su tercer album de fotografías y observar que su canto, sigue perfilando las aristas que alguna vez le marcaron su norte.
ACOPIANDO LEÑAS (nacido en el año 2002) nos invita a recorrer cada sentimiento, como se recorre los rincones más caros de nuestra vida. En ese orden de cosas, fácil es advertir que cada leña es una flecha luminosa que Miguel transforma en verso, para decir y decirnos:

“Tal vez,
voces de huéspedes
son el bullicio
de la memoria.
La brisa
del encantamiento
es la puerta
de una fábula,
incitándome.”

Aquí notamos a un Miguel Angel más reflexivo, su mirada hacia el ayer, su mirada hacia el hoy, es un tizón que nunca puede estar ausente del mundo que lo rodea, de esa humanidad que se desangra y pierde forma, pierde color, pierde sus resabios elementales.
Ante una pregunta imaginaria ¿Cómo pelear ante tanta hecatombe?, Miguel nos contesta: “La receta: el alma comulgando poesía como antídoto”.

Todo el poemario nos refleja la posición de un hombre que sabe recorrer sus márgenes, como así también delimitar el marco exacto de su presencia en la tierra. El poeta sabe que el invierno es crudo y que solo el identificarse con las cosas que ama, sabrá amenguar el frío de una estación de vida que no deja de asombrarlo y conmoverlo.

“A las raíces
que me ligan a la tierra
he de volver,
acopiando leñas...

Los murmullos que dejan esparcidos la efervescencia de estos poemas, pueden oírse también en las voces de hombres y mujeres que vibran con la misma extensión de su palabra: “La calidad poética de Miguel Angel Migliarini no cesa, y sigue demostrando un estilo propio de contenidos sólidos” –Carlos Pensa; “Sus poemarios atrapan y en ellos hay una confirmación de sentimientos insustituibles, un decir claro y a la vez sugerente, como una vena abierta universal” –Juanita Pochet ( La Habana, Cuba); “poesía que invita a ser leída, formalmente precisa y bella, en la que hay profunda meditación y sentimiento”, Juan Benito Pla (Barcelona, España).


Tres álbunes de fotos, tres libros donde vemos (a través de la imagen poética) a un Miguel Angel Migliarini, creciendo no sólo en la vida, sino en intensidad poética, en reconfortada palabra, sustancial y palpable.

Entrar, por último, al libro que hoy nos convoca, dar vuelta cada hoja/ cada página de este nuevo album de fotografías, supone encontrarnos con “ese perfil que da paso al pensador empeñado en descifrar el alma de las cosas, a través del conocimiento profundizado de su propio espíritu” según palabras de Aldo Armando Cocca.

Y es verdad, basta atravesar los umbrales de sus REMENBRANZAS, de sus FASCINACIONES, de sus PERCEPCIONES (tópicos capitulares del libro) para entrar en la última y más nueva expresión poética del poeta, que no deja de ser fiel a sus coordenadas iniciales, sino que las ahonda con profundidad y sentimiento.
Sostuve y sostengo del libro DISTANCIA SOMETIDA: “en la poesía de Miguel Angel Migliarini, no hallamos concesiones que desvirtúen la coherencia entre pensamiento y acción, muy por el contrario, en ella ahondamos (y ese es su mayor logro) en una riqueza expresiva que se encuentra íntimamente ligada a cada verso... Miguel no traiciona su acento, y ello le permite reconocerse no sólo entre las cosas que lo habitan, sino también entre esas raíces que lo sostienen y lo vinculan a la herencia de su sangre”.

Señales, mixturas, escombros, voces, fragmentos... todo tiene un por qué en el caleidoscopio de sentidos que recorren estas páginas.

“Hago el inventario
de mí mismo,
con íntimo atardecer.
Posibles o imposibles
sé que perseguiré
a mis sueños
hasta el último día.
Llevo la pasión a cuestas, el aura
impacta en mis pupilas
locura, coraje,
un regreso
justificado,
evangélicamente...

El que tenga este cuarto álbum de fotografías en sus manos, notará que la poesía de Miguel no sólo es imagen sino transparencia a golpe de honestidad, a golpe de postura sostenida en el tiempo; de allí que Miguel es: hijo de su época, escriba de sus emociones, y nos lleva de la mano hacia un universo cuya principal virtud es la lealtad consigo mismo, compromiso que asumió desde la primer palabra que balbuceó en sus poemas y que aún mantiene, como un estandarte del cual , no sentimos partícipes.

Con la respiración aferrada
A la intimidad de la vida
Presencio que todo pasa…

Pero la poesía queda…

Sentido de cohesión, singular registro estilístico, incansable apostolado que rescata al ser humano como una sutil indulgencia sobre todas las cosas materiales, son los pilares que sustentan estas DISTANCIAS SOMETIDAS.

Mis venas templadas
En la intensidad
De un grito,
Reclaman justicia,
Verdad y aliento.

Habito los sueños
Aferrado a utopías.
¿Por qué he de transigir?
¿Por qué he de resignarme
con el llanto?

Nada reclamo
Excepto mi muerte.

Nadie falta a la cita en este nuevo poemario, y será un reconocimiento que el poeta hace a sus raíces, prolongándose en el tiempo, como un latido que no cesa.

En la luz de las cosas
Soy, sin detenerme
Con el diapasón de la sangre...

La escritora y crítica Hebe Campanella nos cierra la identidad de estos poemas, manifestando: “…lo encuentro (a este libro) más enraizado en sus recuerdos, en los sentimiento primeros, en las visiones de un mundo familiar que en su imaginación poética cobra exaltado lirismo y autentica emoción. Advierto también un vena erótica muy fina y personal, en la que están presentes sus inquietudes de siempre por el destino del hombre y su condición por tal…”
Cerramos los cuatro álbunes de fotografías, y en nuestra mente quedan espejadas las palabras como imágenes de un hombre que ha sabido cantarle a la vida, con la única pretensión de marcar una huella: el signo más preciado del agradecimiento.
Porque en los DESTELLOS DEL AGUA, son los LIMITES DEL ALMA, los que ACOPIANDO LEÑAS, finalmente retinen en el hombre sus DISTANCIAS SOMETIDAS...


Piero De Vicari

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