jueves, 11 de octubre de 2007

"Distancias sometidas" (Yaguarón Ediciones, 2005)

Ante la creación, cada poeta abreva de experiencias personales que denotan su posición frente al mundo. Este punto de vista es (en definitiva) el eje que nos sirve para delimitar (cuanto más retratar) la esencia de su canto, sus parámetros, sus coordenadas.
De allí que, la poesía de Miguel Ángel Migliarini, pueda fácilmente compararse con un espejo que nos muestra -necesariamente- su postura de vida.
Cada uno de sus poemas exige una máxima interpretación de la realidad, de su realidad, cosmovisión que modela contenidos, que precipita esa geografía tan nuestra como es la opción que tomamos de acuerdo a la percepción ontológica que nos circunda.
En la poesía de Miguel no hallamos concesiones que desvirtúan la coherencia entre pensamiento y acción, muy por el contrario, en ella ahondamos (y ese es su mayor logro) en una riqueza expresiva que se encuentra íntimamente ligada a cada verso.
Si trazamos un derrotero por cada una de sus entregas poéticas, notaremos que desde su primer poemario “DESTELLOS DEL AGUA” (1993), el poeta desarrolla una interesante actitud lírica que cobra intensidad y vuelo en “LIMITES DEL ALMA” (1995), profundizándose aún más en “ACOPIANDO LEÑAS” (2002).
En estas “DISTANCIAS SOMETIDAS”, Miguel no traiciona su acento, y ello le permite reconocerse no sólo entre las cosas que lo habitan, sino también entre las raíces que lo sostienen y lo vinculan a la herencia de su sangre.
Muchos poemas del libro que el lector tiene ahora en sus manos, bosquejan pórticos bien definidos. En ellos, además del acontecer poético que tamiza la visión de su escritura, tendremos también acceso a un caudal de sabiduría que fluye con la misma vertiginosidad con que se arquitecta la memoria.
Llegar hoy a la poesía de Miguel y comprobar que mantiene vigente la frescura de su primer latido, supone corroborar que no todo en este tercer milenio se compra o es usufructuado, sino que existen valores que nos representan y constituyen la más acabada exposición de identidad.
Señales, mixturas, escombros, voces, fragmentos... todo tiene un por qué en el mosaico de sentimientos que recorren estas páginas...
Estimo que sobran los comentarios cuando nos enfrentamos a un escritor de la jerarquía de Miguel, valgan pues estas líneas como una introducción a un universo poético que no podemos dejar de explorar, por su sentido de cohesión, por su singular registro estilístico, por su incansable apostolado que rescata al ser humano como una sutil indulgencia sobre todas las cosas materiales.
A no dudarlo: Miguel Ángel Migliarini no elude su destino, va hacia su encuentro. La poesía es su mejor testigo, nosotros también.

A manera de prólogo,
Piero De Vicari, 2005
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"Distancias sometidas" - Selección de poemas

QUIERO REGRESAR

Apenas un tizón
alumbra mi noche...
Corro detrás del tiempo
y busco en mi infancia
la distancia clara.
Mi río dibuja
La vida en camalotes
y las uvas de las quintas
como el alba iluminan
los senderos.
Quiero regresar agonizando
antes de mi última palabra...



HUELLAS...

En sucesivos tiempos
fueron pasando veloces
los recuerdos grabados
como muros de arcilla...


TENGO


El insomnio
en el silencio
de la madrugada.
Y la poesía
que como hebras de hilos fuertes
me ata,
levantando mis manos.


COLLAGE


Amanecer
es sobrevivir
con un dulce silbido
que me lleva,
a la salvaje
y tentadora claridad.

Me rehago como
un relámpago
irisado de sol,
y respiro aferrado
en mi ciudad
junto al río.

¿Qué despiadada
turbulencia puede
quitarme el reposo,
si aún mutilado,
estoy habitado
de plenitud y aliento?

El aire amanecido
Es un collage de crónicas
que vuelan en bandada…



MUNDOS PARALELOS

Poeta herido, viajo
Más allá de los dilemas.

La memoria y el paisaje
coloridos espejos
de un clamor innato,
imprimen coraje a mi energía
y le dan fuerza mineral
a la palabra...

AL CAER LA TARDE

I
Me sacude la lluvia
con ráfagas de viento.

Como un juglar
canto entre pájaros,
a la intemperie.

II
Desde el roto cristal
sino todo, algo,
volverá a comenzar.

¿Seré parte de ese algo?
¿O ceniza estremecida
obstinadamente?

III
Mi última ausencia
caprichosamente ajena,
concibe el lenguaje.

Indisimulable
es mi confesión
en un relámpago
de flores.

IV
Exilio frondoso
el de mi intimidad.

El cráneo y la distancia
como terrones...

V
Violáceo y áspero
es el temor...

Apenas un poco de agua
entre mis dedos.

VI
Un beso apasionado,
el amor, más allá,
de la emoción
y mis latidos.

Los revoques
son puentes
de copla y río.

VII
Despiadado inventario,
absurdo llanto,
encienden mi cielo
de atardecer alerta.

Un rastro de sandalias
tintinea en mi olfato.

VIII
El silencio es lunar
y eufórico regreso.

Quijotescamente
sueño y escribo.

IX
Destierro de mis bolsillos
todo caos e estruendo.

En mística actitud
aprendo a ver a Dios...



EN LA LUZ DE LAS COSAS


Soy, sin detenerme,
con el diapasón de la sangre...

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