lunes, 15 de octubre de 2007

"Límites del alma"(Yaguarón Ediciones, 1995)

Tenemos ante los ojos los textos poéticos de Miguel Ángel Migliarini, cuyo epígrafe consiste en un pasaje de la Escritura: “Un hombre luchó con él hasta que amaneció”. Génesis 32.24.
En la segunda página, la voz de Omar Khayyan expresa: “Mas allá de la Tierra, más allá del infinito, buscaba yo el Cielo y el Infierno. Pero una voz grave me dijo: El Cielo y el Infierno están en ti...”.
Tales anticipaciones anuncian a nuestra interpretación que nos encontraremos con poemas expresivos de un combate donde se juega la suerte del destino humano. Y ello nos advierte acerca de su universalidad.
En efecto, el lirismo de estos versos entrega la imagen de un peregrino: “Mi andar se nutre / entre marionetas”, “Me embarco hacia el destierro “, “Un camino / me acerca al corazón”.
Pero no es un peregrino que se debate entre la duda y la esperanza, impulsado por la inquietud de la verdad: “Fugas / de la verdad”.
Todo lo demás, los avatares del sentido trágico que la existencia determina: la infancia, la plegaria, la mentira, las convicciones que la creciente madurez afirma, el amor y sus implicancias: “las imaginaciones / quebrando pausas / y extinguiendo intrigas”.
El Poeta puede asumir la palabra en nombre de todas las heridas porque caligrafía: “lo que no se lee / y lo que no se ve”.
Es un juego que, en medio del misterio, toca los bordes donde la realidad oscila entre el límite y la infinitud. En realidad, es de la finitud de lo que se trata; por lo tanto, también de la libertad: “Rompiendo la mordaza / la lengua dirá / de mi albedrío”. (...) “Caminante sin retorno / sé que la luz me aguarda”.
En el entramado temporal donde no se concibe regreso posible y la vida es juzgada por la vida a cada instante preciso, las visiones intentan develar la inexactitud que prefigura el ser un existente, “arrojado ahí”, que piensa: “Sí / soy de carne y hueso. / Pero pienso”.
A pesar de lo implacable del tiempo, la memoria guarda lo que no debe ser extraviado: “Mi enfermedad / es la memoria”. (...) “Acá y allá / la memoria / e suna brasa / que se extingue”. (...) “Derribaré la cárcel / sí es preciso”.
Una constelación de metáforas de la región metafísica a que apuntan, resplandece en distintos poemas connotativos de la itinerancia final: “respira hondo, / el alba llega” (...) “sintaxis del abismo” (...) ¿Qué destierro nos espera?”(...) “En el último acto / la silla estará tibia”. “Las señales me anuncian que estoy cerca”.
Nosotros pensamos que, mas allá de la muerte sutilmente aludida, se refiere a los límites del alma; es como querer explicar lo que llamaríamos un paradójico comienzo de la eternidad.
Se trata de una poesía descarnada, recia, de contorno que abarcan tanto la dureza cuanto la ternura; ello se plasma en versos breves donde la puntuación domina, determinando espacios semánticos clausurantes, lapidarios. Esos versos aparecen de pronto como si fueran golpes dados contra el silencio para manifestar al fin la ineludible soledad: “me convoca / la soledad / y una Voz / como la de Jeremías / me dice: “tu sueño es verdadero”.
Poesía de madurez, de exquisita penetración, LIMITES DEL ALMA es un libro para ser leído y degustado lentamente.
En una época confusa donde la Literatura –espejo de la vida- se muestra con tanta frecuencia compleja y hermética, esta obra posee una rara virtud: expresa ese otro costado del acontecer del hombre en el que se fusionan la sonrisa dolorosa y la lágrima. Y lo hace con palabras sencillas.
Me honra escribir este prólogo porque se trata de un libro de poemas que vale. En el fárrago de las, a mi entender, excesivas publicaciones que intentan la poesía en el mundo de hoy, es casi una Gracia.

Ana María Rodríguez Francia
Otoño de 1995
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"Límites del alma" - Selección de poemas
Poema XVI

Mi río sin sombras:
una garza que vuela
y una pareja de golondrinas
rozando la barranca.

Caligrafío
lo que no se lee
y lo que no se ve.


Poema XVIII

En mi cielo
copula el viento
con las nubes.

Desde mi arcilla
sangran las heridas.

Mis pulsaciones
se trastruecan en
sombras, luces
y un alarido
que indaga.

Mi secreto:
la desnudez
ante el abismo.


Poema XIX

Llama que me agita
es la palabra.

Surcando huellas
busco el límite
y un nido de abejas
me alimenta de polen.


Poema XXI

Rompiendo la mordaza
la lengua dirá
de mi albedrío.

He pagado el precio
y ahora es mi turno.


Poema XXIII

En este zoológico
soy un segmento del tiempo
que golpea a la puerta
de las palabras.

En este zoológico
soy un segmento del espacio
que rompe las fronteras
de la ceniza.


Poema XXVI

Mi enfermedad
es la memoria.

Aquella región de alucinaciones
donde mueren quizá los pájaros.


Poema XXXI

Acá y allá
la memoria
es una brasa
que se extingue.

Todos,
como yo, con sus secretos.

Todos,
como yo, con sus dudas.

Todos,
como yo, con el temor
de morir estrangulados
por el hilo de la mentira.

Animal consciente,
el hombre.


Poema XXXIIII

Despojado
me despeño
con un estrépito
de labios.

Suspiros,
adioses,
angustias.

Sintaxis del abismo.


Poema XL

Soy un hombre
de una raza antigua
tallando un pedazo de madera.

Soy un hombre
que a la hora de morir
calzará sandalias como papiros.

Feliz el hoy
porque he vivido,
la indulgencia
quedará para mañana.

Y me verán caminar
al día siguiente.


Poema XLIII

¿Acaso la palabra
puede ahogarse en la llama
o arder en el agua?

Mi cruz y mi piedra
será un árbol.


Poema XLV

Sé que mis ojos
caben en un libro,
solo bastará un árbol
que los cobije.

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